La Vida en Rojo

Recreacion por esos momentos...

Mendoza conquista

Saliendo desde la ciudad de Mendoza tomamos la RN40 y nos vamos hacia el sur, como nos gusta decir: “con rumbo, pero sin destino”, porque sabemos en qué dirección vamos pero no sabemos qué parte del paisaje nos va a atrapar.Y así llegamos, después de empalmar con la RN7, al Valle de Potrerillos donde la vista del lago nos atrae hasta la orilla del agua para disfrutar de unas horas de sol acompañadas de buen vino.
No importa qué día es, la magia siempre está ahí para quien sepa descubrirla.

Ojos llenos, alma plena…

Una mirada de reojo, una explosión de risa y el plan del fin de semana se arma solo…
Así nos fuimos a pasear por Potrerillos con la idea de seguir encontrando rincones interesantes, equipadas con el infaltable mate y mucha música para el camino.
Empezamos por conocer el emblemático hotel, que fuera inaugurado originalmente en enero de 1942 y que pronto se transformaría en un ícono de la hotelería de montaña. Luego de algunas remodelaciones sigue conservando su encanto original, aunque adaptado a las necesidades de la época actual, así es que nos registramos y salimos a caminar por los alrededores…
Una bonita sorpresa fue ver que entre las renovaciones se instalara un pequeño viñedo prácticamente en las orillas del lago, dándole al entorno un toque no sólo pintoresco, sino auténticamente mendocino, y que además permite que el hotel tenga su propia marca de vinos que se pueden degustar en el restaurante, junto a otras etiquetas de bodegas de la provincia. Por la tarde nos dedicamos a descansar y a disfrutar de la paz del lugar
Al día siguiente bien temprano nos fuimos a pasear a caballo por El Salto, a admirar el paisaje y disfrutar de la naturaleza.
Iniciamos el paseo en El Rincón de los Oscuros con nuestro guía Pablo, que nos fue mostrando distintas vistas de la zona. También nos contó entre sonrisas cómo fue que pasó casi por casualidad, de trabajar en el rubro de la construcción hace once años, a liderar cabalgatas en plena montaña viviendo cada recorrido como si fuera el primero.
Tuvimos ese breve vistazo de un paisaje impresionante que siempre nos deja con ganas de ver mucho más, pero ya era tiempo de volver.
Con las caras quemadas por el sol, el cuerpo algo cansado, la mente despejada y el alma llena, cerramos nuestro fin de semana con el firme propósito de seguir viviendo cada momento con el mayor entusiasmo.

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